Herencias malditas Primera Parte: Moloch Uno. 

La niña salió tras del hombre a quien llamaba padre, sus pasos eran acelerados y aunque el aire le faltaba, la idea de quedarse atrás le aterraba. El paisaje le parecía una invitación al infierno, o peor aún, al abismo. 

El campo estaba invadido de espinos y de matas descoloridas de cardos, y la niebla del suelo, tan espesa como las nubes grises del cielo, le llegaba hasta las rodillas a aquella pequeña niña de nueve años.

Al cabo de unos minutos se desviaron para meterse en el bosque y siguieron un estrecho camino colina abajo hasta llegar a un tronco que había tirado en un pequeño claro, o lo que quedaba de un enorme roble rojo que se había caído hacía muchos años. Una cruz desgastada por los elementos, hecha de tablones sacados de la parte de atrás del cobertizo destartalado que tenían detrás de su granja, se inclinaba un poco hacia el este en el terreno reblandecido que tenían unos cuantos metros por debajo.

—Arrodíllate—ordenó el padre—, vamos a terminar con esto rápido. 

La niña, aún siendo pequeña, entendió exactamente que pasaba, no quiso ver el arma cuando esta surgió. Prefirió concentrarse en el horizonte, al otro lado de los árboles mayormente desnudos que se levantaban más allá de la cruz, vio espirales de humo elevándose de unas cuantas chimeneas, a menos de un kilómetro de distancia. 

—Voy a vengar a tu madre.

Continuó aquel hombre, como si estuviese buscando una justificación para lo que iba a hacer. La niña, aún sin verlo pudo adivinar como el hombre agarraba el crucifijo que colgaba de su cuello, mostrando su devoción por una de las caras más monstruosas de la fe, la que siguen aquellos hombres que perdieron el rumbo en un mundo a la deriva donde Dios no es más que una sombra.

No culpaba al padre, era el miedo que lo conducía, y quizás después de todo, ella realmente fuese malvada. Era la primera vez que ella se daba cuenta de lo poderoso que podía ser el pecado. No era de extrañar que a la gente le costara tanto entrar en el cielo.

—Hay tantas almas buenas en este mundo—continuó el padre—, pero mi hija tenía que ser de las malas. ¿Qué hicimos para merecer tanto castigo? 

El estruendo inundó el ambiente, la pequeña sintió un ardor en el cuello. Apretándose la garganta con las manos, intentó detener el chorro rojo que le manaba de la herida. Empezó a ahogarse, su mirada se clavó en aquella cruz desgastada. Los ojos se le dilataron unos segundos y luego se cerraron lentamente. 

La chica, cuyo nombre desconocemos, esperó morir, pero en vez de eso lo vio llegar colina abajo. Parecía un globo, pero era de un material más pesado. El padre trató de apuntar su arma a  aquel raro ser, pero no pudo fijar el blanco y sus balas pasaban muy lejos de su blanco. 

Un tentáculo, duro como el acero surgió de aquella esfera flotante y se clavó en el pecho del hombre. La chica escuchó cómo su padre respiraba varias veces de forma entrecortada y por fin experimentaba una última sacudida.

El esférico ser se acercó a la agonizante criatura, sin hablar realmente, preguntó:

—¿Quieres vivir? 

Ella pensó en las cosas que había hecho, sus poderes, mismos que no sabía controlar realmente. El daño que había hecho, como siendo aún un bebé de meses había asesinado, sin querer, a su propia madre. Evaluó que morir quizás sería lo mejor, aún así el miedo pudo mucho más y en su desesperación dijo que sí. Sí, una, sí, dos, sí tres veces. 

La sangre dejó de galopar fuera de su cuerpo. Sí, cuarta vez, sí, una quinta. Nos privamos de su nombre, es verdad, no tuvimos el derecho a conocer a la protagonista de esta pequeña historia, pero ella se ganó un nuevo nombre para ser nombrada. Uno que aterraría incluso a los monstruos de sus pesadillas. 

—¿Quién somos?—Preguntó al nueva voz que devoraba su alma.

—Moloch, Moloch, Moloch. 

Aquellas palabras bailaron entre las hojas, luego guardó un silencio permanente. Decidió que era hora de visitar a la gente del pueblo, en aquel ser ahora abundaba un deseo de muerte que no podría caber en ningún otro. 

arte por Jonathan Cheuquén
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7 comments
  1. Primero que todo, quisiera felicitar al equipo de HK por al fin tener su propio hogar en la web. El blog está hermoso y se convertirá en un sitio de consulta diaria, que siga creciendo en contenido.

    Segundo, excelente crónica, Master Flowers. Se extrañaban mucho, son una excelente forma de conocer más sobre algún personaje en particular.

    Finalmente, no puedo más que celebrar la brutal pega de Cheuquen con esa HERMOSA ilustración. Ese sí que es el HK que amo, por la chita 🙂

    Felicidades nuevamente a todo el equipo HK, saludos!

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